Ayer tarde cuando el sol estaba comenzando a bajar para ocultarse tras las montañas y el calor ya no era tan agobiante salí de casa cesta en mano para dar un paseo.
También las hay que se esconden y no gustan mucho del contacto humano, en ocasiones al tenerlas entre mis dedos he podido sentir como no querían ser cortadas, así que las dejo en el lugar en el que les gusta estar y sigo mi camino.
Así voy observando como comienza a ponerse el sol y todo el paisaje toma un cariz dorado.
Respiro hondo, tomo unas flores, dejo una ofrenda y me dispongo a volver a casa.
Los sonidos del paraje son como música en la que el silencio es la partitura y las notas las conforman el piar de los pájaros de distintas especies, cada uno con su hermoso canto, el croar de las ranas, el zumbido de las abejas, y de repente ladridos…
Sería un perro? Estaba alejada del pueblo, no podía ser…Un corzo tal vez?? Agudicé mi mirada y pedí poder verlos, y allí frente a mis ojos aparecieron dos hermosos corzos subiendo el monte. Me agaché y abracé mis piernas escondiéndome tras unas hierbas altas, cosa que no impidió que la hembra me localizara, miró hacia donde estaba, comió un poco y prosiguió su camino, acudiendo a la llamada del macho.
Pura magia y agradecimiento por poder ver y sentir. El camino a casa fué con el corazón henchido de amor y emoción
Hay magia en nuestras vidas, nos rodea, solo hay que recuperar la mirada y presencia para descubrirla. 
